La entrada de hoy vuelve a tratar sobre la familia Pujol Ferrusola. Como es fácil comprobar en prensa, esta familia es fuente inagotable de noticias en estos días. Por cierto, no deja de ser curioso que un escándalo de dimensiones descomunales –y amasado a lo largo de muchos años- nos haya sido revelado a la mayoría de los mortales justamente ahora. Es decir, en los meses previos a la consulta soberanista catalana. Un detalle que no me parece nada trivial sobre cómo funciona el sistema –más tarde volveré a ello- y que se trata en mis dos libros (enlace aquí).
La turbulenta semana pasada, que describí en la entrada anterior, finalizó con la esperada comparecencia del patriarca en el Parlamento de Cataluña. Comparecencia que fue precedida de una comida con la presidenta del Parlamento, lo cual tampoco parece de recibo. Como se preveía, las explicaciones ante los diputados fueron más bien pocas. Ante esto, los portavoces de los diferentes grupos aprovecharon su turno para preguntar, más o menos directamente, por las cuestiones que interesan a todos, a saber: si parte de la fortuna viene del cobro de comisiones ilegales, si otra parte viene de los tiempos de Banca Catalana, si se ha mentido durante muchos años a todos los catalanes, y si hay alguna intención de devolver el dinero evadido.
Al verse directamente interpelado –lo cual era fácilmente previsible-, el otrora líder catalán recuperó el espíritu de otros tiempos. No respondió a ninguna de las preguntas –por cierto, su antiguo partido no le formuló ninguna- y lanzó una reprimenda a todos, acusándoles de atacar a Cataluña. En suma, debió de ser un espectáculo poco edificante, como muchos medios indican. Y a pesar de tratarse de una intervención en tono similar a su época de presidente, la diferencia es clara: ahora no ataca al Estado para defender a Cataluña, ahora ataca a los catalanes que le acusan públicamente de haberles robado.
Como decía en la entrada del otro día, la que fuese primera familia catalana está dando estos días un pobre ejemplo al mundo. La actitud del patriarca es la gota que colma el vaso: ni un solo gesto de arrepentimiento, ni una sola prueba que pudiera indicar que es un hombre honrado, como se ha hartado de predicar en estos días. Y parece ser que en sus hijos ha cundido el ejemplo del padre. Sin embargo, las disparatadas cantidades económicas que han salido a la luz últimamente hacen pensar que se han pasado. Es decir, han ido más allá de toda mesura en sus operaciones realizadas “en el nombre del padre”. Todo esto suponiendo, en último caso, que el padre haya sido ajeno a todas estas transacciones. Es como si les hubiese dicho: “ocupaos vosotros, yo ya tuve bastante con lo de Banca Catalana”. Aunque no deja de ser innegable la connivencia del padre.
Esta semana, como decía, el foco vuelve a los hijos. En concreto, al menor de ellos, Oleguer, que no por su orden dinástico ha sido el menos aventajado, sino al contrario. La noticia que ha salido publicada esta semana es que la Audiencia Nacional ha admitido a trámite una querella contra él. Parece ser que ha comprado un hotel en Canarias por 8 millones de euros empleando fondos procedentes de las Islas Vírgenes, un paraíso fiscal. Las acusaciones que subyacen al proceso iniciado son las de blanqueo de capitales y delito contra la Hacienda Pública. Sin embargo, no es su única operación inmobiliaria bajo sospecha. Hace unos años, Oleguer compró, como apoderado de una empresa constituida un mes atrás, más de mil oficinas del Banco Santander, por un montante superior a los dos mil millones de euros. Más de un millón de euros por oficina, lo cual ya indica que no se trata de las peores oficinas de la red comercial, sino todo lo contrario. Junto a esta operación, se investiga la compra de otros inmuebles del Grupo Prisa –compra valorada en trescientos millones- y más de cien sucursales de Bankia. En total, estas operaciones inmobiliarias suman más de tres mil millones de euros. Y la empresa de la que Pujol es apoderado pertenece a un holding radicado en las Antillas holandesas, el cual es administrado por una compañía luxemburguesa cuyos gestores residen en Londres. La sospecha –que todavía no ha derivado en un proceso judicial- es que los fondos utilizados en esas operaciones estaban ubicados en paraísos fiscales. En concreto, en varias islas del Canal de la Mancha. En cualquier caso, la estructura opaca de las sociedades empleadas es un indicio claro para la policía de que hay algo que se quiere ocultar.
El hijo menor de Pujol es el único cuya acusación se ha admitido, pero no era el único al que se dirigía la querella. También iba dirigida al hermano mayor, Jordi , quien ya está imputado en otro de los juzgados de la Audiencia Nacional, en este caso por cobrar comisiones asociadas a adjudicaciones de la Generalitat. Y también al padre, quien ya está siendo investigado por un juzgado de Barcelona, para averiguar si el origen de los fondos regularizados en la amnistía fiscal es, efectivamente, fruto de la herencia de Florenci, su padre. Por ello, el juez ha rechazado investigarles para evitar duplicidades. Finalmente, tampoco investigará la venta de la empresa Europraxis al gigante Indra. Josep Pujol, otro de los hijos del ex presidente, vendió esta consultora a Indra, quien posteriormente recibió numerosas adjudicaciones de la Generalitat. Ni investigará la actividad de Pere, otro de los hijos, quien elaboró informes medioambientales para empresas que resultaron posteriormente adjudicatarias de parques eólicos.
A la vista de todo lo anterior, da la impresión de que la situación se les ha ido claramente de las manos. Es posible que el padre quedase satisfecho en sus aspiraciones personales con la gloria política que disfrutó durante tantos años. Y también, cómo no, con un patrimonio económico resguardado en paraísos fiscales –hay que recordar que se vio beneficiado en el escándalo de Banca Catalana-. Así pues, es posible que haya quedado al margen de todo este entramado, no teniendo conocimiento ni siquiera de la mayoría de las operaciones. Los hijos, eso sí, habrán procurado que la figura del padre haya estado presente en todas sus tropelías. Incluso es probable que hayan actuado en su nombre, como si fuesen unos intermediarios “del jefe”. Eso sí, unos intermediarios de voracidad desaforada. Y por ella deberán pagar.
El padre, por su parte, debió de pensar que con su enorme influencia y dotes políticas –que aún conserva, como demostró el pasado viernes- conseguiría tapar cualquier vía de agua. El problema es que, a estas alturas, la vía ha adquirido proporciones oceánicas. El hecho de que todas las actividades irregulares del clan hayan permanecido ocultas durante tanto tiempo, y por tantos gobiernos diferentes, avala esta tesis. Sin embargo, el hecho de que en ellas hayan participado las mayores empresas de nuestro país, conscientes de dónde se estaban metiendo, es más inquietante. Da la impresión de que los políticos que alcanzan el poder sienten que, más allá de ideologías, todos están en el mismo barco. Si las grandes empresas privadas de nuestro país les siguen el juego, es para preocuparse por cómo funciona todo.
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