La noticia que
motiva la entrada de hoy es en realidad una entrada de un blog de un periódico
nacional (enlace aquí) que, con un punto de humor, desgrana el conjunto de
irregularidades cometidas en el préstamo concedido en 2008 por Caja Madrid a
Gerardo Díaz-Ferrán, consejero de la entidad y presidente de la confederación
de empresarios españoles. Hay que decir que, además, varios familiares suyos,
así como varias empresas controladas por él, recibieron préstamos de Caja
Madrid entre 2003 y 2010.
El autor
indica, con un criterio que comparto plenamente, que hace daño a la vista la
lectura de las irregularidades cometidas. Se trata de sucesivas vulneraciones
de los más elementales mecanismos de control del riesgo, como detalla en el artículo.
Pienso que, además de a la vista, también hace daño al sentido común, y a la
creencia, que cada día considero más en desuso, de que quienes consiguen llegar
a la cima tras muchos años de carrera profesional lo hacen gracias a una mezcla
de talento, apoyos y suerte. Definitivamente, pienso que en muchos casos de éxito
es posible eliminar el talento de la ecuación. O bien, si hacemos el ejercicio
de aplicar porcentajes, podríamos dejar uno muy pequeño, casi residual, para el
talento; otro no muy grande para la suerte, y finalmente, poner la gran parte del
peso en lo que casi siempre resulta ser lo más importante: los apoyos con que se cuente. En mi
libro, Las aristas borrosas del éxito (disponible aquí), se puede ver también la influencia de esos
factores. Aunque hay que reconocer que a veces la realidad supera a la ficción,
y éste puede ser uno de esos casos: el conjunto de malas prácticas encadenadas es tan llamativo que puede ser difícil hasta imaginarlo.
Dado que el
beneficiario de los créditos –directamente, y por medio de otras empresas
vinculadas a él- era consejero de Caja Madrid en aquella época, el artículo
pone acertadamente la vista en el presidente de la Caja, precisamente juzgado en
estos días por estos hechos, y quien ha pasado unas horas en prisión por otra
operación más que sospechosa: la compra de un banco americano –también en 2008-
por, aproximadamente, el doble de su valor de mercado.
Creo que a este
personaje puede aplicársele también lo que indicaba antes. Es decir, a la vista de su historial, se trata
de alguien que parece ser ciertamente competente: aprobó una oposición como
inspector de Hacienda y ocupó en los siguientes años diversos cargos en los
ministerios de Hacienda y Economía. Esto fue hasta 1986. A partir de entonces, pasó una década
más ejerciendo la abogacía como especialista en Derecho Tributario, aunque en 1993 entró en el mundo de la banca como consejero de Caja Madrid. Pienso que, para que alguien con este pasado haya sido capaz de avalar semejantes despropósitos,
debe hacerlo totalmente convencido de que le van a cubrir. Eso, o bien se
pierde totalmente la razón y el sentido del equilibrio cuando se alcanza un puesto así, hipótesis no del todo descartable a la vista de otros casos ocurridos en el mismo sector.
El otro
elemento que comentaba, la suerte, también juega un importante papel, aunque no
lo parezca. A la vista de los ya innumerables casos de corrupción, malas prácticas
y demás, protagonizados por quienes tienen y han tenido puestos muy relevantes, hay que suponer que habrían pensado algo así como: “a mí no me
va a pasar nada”, o “a mí no me van a descubrir”. Seguramente, todos ellos debían
dar por sentado que, quien en ese momento les respaldaba, les iba a seguir protegiendo
indefinidamente. Pero he aquí la “mala suerte”, que llega en forma de persistente
crisis económica, que está desatando la indignación social ante tantos casos
flagrantes -sobre todo, protagonizados por banqueros y políticos-, y que con
seguridad está destapando más asuntos turbios que en una
situación de bonanza económica. De modo que, en todo este torrente de
revelaciones, nos encontramos tanto hechos ocurridos en los últimos años, como otros
que llevaban veinte años acumulando polvo sobre sí.
De todos
modos, ya se sabe que la crisis no es igual para todos: el señor Blesa sólo pasó
unas horas en prisión, quizá lo mínimo imprescindible hasta que se habilitó la
posibilidad de abonar la fianza impuesta por el juez, se reunió el dinero
necesario y se notificó formalmente el pago al juzgado. No me imagino al
engominado personaje –uno más- durmiendo en una celda, sino más bien sentado en
un sillón de alguna sala especialmente habilitada para periodos transitorios,
como el que llevó a Soto del Real a este ilustre personaje.
Y termino con el
último factor de la ecuación: el talento. Que estas personas, a quienes se
tiene por figuras destacadas en los ámbitos político y económico, estén
mostrando formas de proceder tan poco edificantes, debería hacernos pensar a todos. Desde
luego, no parece que representen lo mejor de nosotros, pero tampoco tiene
sentido pensar que representan lo peor. Seguramente, se encuentran en un término medio y
representan bastante bien cómo funciona todo en otros ámbitos: una parte importante de nuestra
sociedad –igual que una parte importante de las altas esferas- se dedica a explotar a toda costa los recursos que encuentra a su alcance, en beneficio propio, sin importar los perjuicios que pueda causar a la mayoría. Sálvese quien pueda.
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