Hoy vuelvo con una entrada en este blog, dedicado a las noticias de
actualidad que, más allá de lo que se nos cuenta, incluyen en un segundo plano menos
visible otras motivaciones. Algo parecido a lo que se cuenta en mi libro, Las aristas borrosas del éxito (enlace aquí).
Recientemente, se ha publicado en prensa que casi todos los presidentes
de los equipos que compiten en la Primera División española de fútbol han
firmado un documento en el que se muestran a favor de que se conceda un indulto
al ya ex presidente del Sevilla, José María del Nido, condenado en diciembre a
siete años de prisión por el Tribunal Supremo. El ingreso en prisión podría
tener lugar alrededor del quince de febrero, salvo que el interesado presente
una solicitud de indulto, lo cual parece que tiene previsto hacer en los próximos
días. El ingreso debía haberse producido en enero, treinta días como máximo después de la resolución judicial, pero a principios de enero el interesado realizó una solicitud de nulidad, pidiendo la suspensión de la pena. Al no haber sido
admitida la solicitud, desde ese momento comienza a contar de nuevo el plazo de treinta días para
ingreso voluntario en prisión, y de ahí la fecha de mediados de febrero. De lo anterior se deduce que el interesado está utilizando todas las herramientas legales para demorar su entrada en prisión. Lo cual es legal, aunque no muy correcto, como luego explicaré.
A nivel popular, la noticia, en el país en el que nos encontramos, no resulta
especialmente sorprendente. Se trata de uno más de los dirigentes actuales que
visita los juzgados como imputado y, en este caso, es condenado por un delito continuado de
malversación de caudales públicos, agravado por el cobro de unas minutas por
importe de 2,7 millones de euros. La condena incluye, además del ingreso en
prisión, la devolución del importe de dichas minutas. Hay que añadir que, en
realidad, el condenado facturó al Ayuntamiento de Marbella, en el periodo
comprendido entre 1999 y 2003, la cantidad de 6,7 millones de euros. Hay que
entender que los cuatro millones restantes, sobre los que no parece haber ninguna
exigencia de reposición, son los responsables principales de la condena por malversación. Es cierto que un
servicio profesional tan genérico como el asesoramiento puede ser valorado dentro
de una horquilla económica bastante amplia, pero teniendo en cuenta que se facturó
un millón de euros por año, la reposición de la mayoría de ese importe parece
de sentido común, por muy alta que pueda ser la tarifa de un abogado. Baste,
como ejemplo, citar la retribución que puede tener un presidente del gobierno, quien,
probablemente, dedique prácticamente todos los días -y muchas noches- a su
cometido, cosa que es fácil suponer que el condenado no ha dedicado a su cliente -el
Ayuntamiento de Marbella-.
De todos modos, considerando todo lo anterior como dentro del ámbito jurídico,
lo cual hace que a los ciudadanos de a pie nos resulte difícil de entender bastantes
cuestiones relacionadas con el caso y especialmente con su veredicto, me interesa
especialmente el hecho de que esos otros destacados dirigentes deportivos apoyen la petición de
indulto. Esto, que a nivel popular puede ser visto como un “hoy por ti, y
mañana por mí”, en personas de tanta relevancia resulta totalmente inadmisible.
Máxime, cuando el condenado ejerce la profesión de abogado –esto es, quien
debería ser el más firme defensor de la Ley-. En mi opinión, los procesos
contra quienes conocen los procesos legales –o deben conocerlos, al constituir
su trabajo-, incluyendo los recovecos y resquicios que éstos presentan, deberían
ser de una severidad máxima. Es decir, no se debe permitir que quienes poseen
mayores conocimientos sobre el sistema legal sean los primeros que intenten
adulterarlo en beneficio propio. En este caso, el beneficio resulta bastante evidente:
nada menos que 6,7 millones de euros. Sin embargo, como vemos en este caso, no sólo no se impone la máxima
severidad, sino todo lo contrario: es posible incluso presentar una petición de indulto, la cual es estimulada además
por personajes de indudable influencia política, económica y social. Sobran los
adjetivos, pero sólo daré uno: impresentable. Sin haber visto el documento que se ha firmado, no es posible saber en base a qué apoyan el indulto; pero en este caso concreto parece muy difícil pensar en las razones habituales, a saber: que el condenado no era consciente de a qué se exponía, o que ahora esté arrepentido del dinero facturado indebidamente a su cliente. Dado que se dedica a la abogacía, insisto: la severidad en este caso debería ser máxima, y no al contrario.
Como decía antes, en este país ya nadie parece sorprenderse de nada. La
lista de empresarios, políticos, jueces, abogados, banqueros –a menudo, varias
de estas dedicaciones aplican a la misma persona- que están inmersos en
procesos judiciales es interminable. Que estemos en manos de estas personas resulta,
simplemente, aterrador. Muchos ciudadanos de a pie dirán que su vida diaria es independiente de
lo que hagan todos esos dirigentes, pero los efectos de su gestión los acabamos sufriendo todos; por
poner un ejemplo, al final lo sufre hasta el agricultor que contempla cómo su
cosecha crece cada día, aparentemente ajena al despropósito causado por estos pésimos
gestores.
Como colofón, un par de apuntes, también de noticias conocidas los últimos
días: uno de los neurobiólogos más prestigiosos de nuestro país, director del Instituto
de Neurociencias de Alicante, lo abandona para dirigir el Centro de Neurobiología
del Desarrollo del King’s College de Londres (enlace aquí). Por su parte, el director del
Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona también lo abandona, con probable
destino en Estados Unidos (enlace aquí). Ambos, cómo no, llevarán con ellos a parte de su
equipo investigador, con lo que eso significará para nuestro país. La gente más valiosa nos abandona, y aquí nos quedamos con del Nido y tantos otros como él.
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