La entrada de hoy trata sobre una noticia que lleva siendo
actualidad desde hace varias semanas, y que todavía parece que lo seguirá siendo
durante un tiempo. Se trata de la historia de Edward Snowden, héroe para
algunos y criminal para otros. Curiosa dicotomía. ¿Puede alguien -por el mismo
motivo- ser un héroe y un criminal? Por lo visto, sí. Y muchas cosas más. A
menudo vemos situaciones de este tipo en las producciones cinematográficas americanas,
pero parece que, una vez más, la realidad supera a la ficción. De esta
ambivalencia también se habla en mi libro, Las aristas borrosas del éxito (enlace aquí).
Desde que Snowden filtró a la prensa información sobre el
sistema norteamericano de vigilancia, se le ha relacionado con numerosos países:
Hong Kong, región administrativa dependiente de China -donde se encontraba en
el momento de publicarse en prensa sus revelaciones-, Rusia –donde aparentemente
se encuentra ahora-, Islandia –donde manifestó que le gustaría vivir, al tratarse
de un país que compartiría sus valores-, Cuba –país al que podría volar desde
Rusia-, y Ecuador –país que podría concederle asilo político-. Para complicar
la cuestión, Estados Unidos anunció hace días que ha invalidado su pasaporte, después
de haber comunicado que las revelaciones de Snowden constituyen un asunto
criminal. Todo ello, al más puro estilo de un thriller totalmente actual: el
protagonista es un informático, que ha trabajado como consultor para la agencia
americana de seguridad, y que en un momento dado decide divulgar documentos
clasificados como alto secreto.
Aunque quizás un abogado diría que se trata de casos
totalmente distintos, lo cierto es que esta situación recuerda, obviamente, a la
de Julian Assange, perseguido también por Estados Unidos por la filtración de
documentos diplomáticos, y que lleva más de un año residiendo en la embajada de
Ecuador en Londres, en espera de obtener un salvoconducto para poder dirigirse
hacia Ecuador, país que le concedió asilo político en agosto pasado. Y, aunque
menos directamente, también muestra algún parecido con el caso de otro informático,
Hervé Falciani, quien divulgó una lista de presuntos defraudadores fiscales con
millonarias cuentas bancarias en Suiza. Acusado de vulnerar el secreto bancario
y reclamado por las autoridades de ese país, al menos España y Francia se han
beneficiado de la información que Falciani ha proporcionado. A pesar de la
solicitud de extradición realizada por las autoridades suizas, el informático
ha quedado definitivamente en libertad hace unas semanas tras una resolución de
la Audiencia Nacional, en la que se ha valorado su colaboración en las
investigaciones contra blanqueo de capitales y financiación del terrorismo. De
modo que no correrá peligro de ser extraditado si no abandona el país. Asunto
cerrado, al menos, judicialmente hablando.
Sin embargo, tanto los casos de Snowden como de Assange creo
que son de peor pronóstico para sus protagonistas. Por un lado, el agraviado no
es el neutralísimo estado suizo, sino los continuamente beligerantes Estados Unidos.
Y, por otro lado, tampoco puede extraerse un beneficio tan evidente para nadie -salvo
para la humanidad en general- de la información divulgada. En el caso de
Assange, la información más comprometedora hace referencia a las guerras de
Irak y Afganistan, en las que se denuncian delitos consentidos por los
superiores norteamericanos en pos de la guerra contra el terrorismo. En el caso
de Snowden, incluso, el sistema de vigilancia destapado ha sido votado en una
encuesta como necesario por buena parte de la sociedad norteamericana, de cara
a protegerse contra el terrorismo. En la misma encuesta, como conclusión, la
mayoría indicó que Snowden debería ser juzgado.
En fin, no resulta fácil vaticinar cómo continuará el caso
Snowden. Con qué apoyos cuente –la propia organización de Assange ha dado
alguna señal de aproximación a él- será decisivo, ya que, como él mismo indicaba
en una conversación telefónica, cuando la seguridad norteamericana va a por ti,
es difícil esconderse. Sin embargo, dado que el tema de fondo del asunto
Snowden es la libertad personal frente a la vigilancia gubernamental –aunque ésta
se justifique, como en este caso, para prevenir actos terroristas-, se trata de
un asunto en el que es complicado mostrar claramente autoridad moral. Este es
un aspecto nada trivial en las decisiones de las autoridades norteamericanas,
que probablemente justifica la tibieza con la que se están pronunciando hasta
el momento. Son conscientes de que hay un debate moral que divide a su nación
en dos; por ello, como también ocurre con el polémico asunto de la posesión de
armas por civiles, lo más probable es que no tomen una posición plenamente
beligerante. En un país tan marcado por la guerra civil que hubo en su día, los
gobiernos parecen actuar en consecuencia y evitan tomar partido si no se
sienten respaldados por una amplia mayoría de sus ciudadanos. En cualquier
caso, el tiempo dirá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario